Iglesia del Dulce Nombre de Jesús

La Iglesia del Dulce Nombre de Jesús, ubicada en el corazón de Petare, es uno de los templos más antiguos y representativos de Venezuela. Este edificio religioso ha sido testigo de siglos de transformaciones y eventos históricos que han marcado tanto a la comunidad local como a la historia del país.
En este artículo, exploraremos la rica historia de la iglesia, su evolución arquitectónica y los tesoros patrimoniales que guarda, destacando su importancia como símbolo espiritual y cultural de Petare.
Historia de la Iglesia del Dulce Nombre de Jesús
La Iglesia del Dulce Nombre de Jesús, considerada el principal centro de fe de Petare, ha sido testigo de la vida espiritual de la comunidad desde su fundación, el 17 de febrero de 1621. En ese mismo día, el padre Gabriel de Mendoza bendijo los primeros cimientos y trazó los límites del camposanto que quedaba en la parte posterior.
El edificio comenzó como una humilde ermita, evolucionando con el tiempo hasta convertirse en una capilla y, posteriormente, en la majestuosa iglesia que conocemos hoy. Estas transformaciones se llevaron a cabo gracias a los esfuerzos de las autoridades locales y a los párrocos que trabajaron en el templo a lo largo de los años.
En 1630, los frailes de San Francisco de Caracas construyeron un edificio hecho de bahareque y palma, con un diseño sencillo de una sola nave. Para 1754, la estructura se había renovado con tapias y tejas, aunque la capilla mayor estaba aún incompleta y la torre, que contaba con dos puertas, tenía un coro hecho de madera.
El 26 de junio de 1798, se dejó constancia de una nueva ampliación en una inscripción en el muro norte de la iglesia, que celebraba la finalización de la capilla mayor, realizada en tapia y cubierta de tejas. También se añadió una sacristía de dos habitaciones.
Durante la visita pastoral del obispo Mariano Martí en 1772, el edificio estaba en reparación, pero, veinte años más tarde, se encontraba en un estado tan deteriorado que se temía su colapso. En 1795, tras un terremoto y la acumulación de daños causados por la lluvia, el techo de la sacristía se desplomó, lo que llevó a las autoridades a aprobar su reconstrucción y ampliación.
El gran terremoto de 1812 dejó daños considerables, y como consecuencia, se llevaron a cabo nuevas modificaciones en la iglesia. En 1830, se eliminó el cementerio adyacente, y en 1835, el padre Jacinto Madelaine comenzó a añadir un nuevo piso a la torre, trabajo que completó fray José Maraury en 1858. Para entonces, la iglesia ya contaba con tres naves techadas con tejas. El reloj se instaló en 1861, y el grabado realizado por H. Neun en 1877 muestra el aspecto exterior del templo tal y como lo conocemos hoy en día.
A principios del siglo XX, el estado del templo era generalmente bueno, salvo por una grieta causada por el terremoto de 1900 en el presbiterio. Entre 1925 y 1938, se añadieron dos capillas al final de las naves laterales. En 1964, el arquitecto Graciano Gasparini dirigió una restauración del interior, durante la cual se descubrieron pinturas murales. No obstante, el terremoto de 1967 causó nuevos daños, y las últimas reparaciones significativas se llevaron a cabo en 1989.
Características arquitectónicas
La estructura de la Iglesia del Dulce Nombre de Jesús sigue el diseño arquitectónico visto en las catedrales de Coro y La Asunción, un modelo replicado también en templos de Guanare, Barcelona, Turmero y San Carlos. Sus medidas son impresionantes: 43,50 metros de largo por 19,50 metros de ancho, con una torre de 6 metros de ancho. El templo se organiza en tres naves, siendo la central la más prominente, flanqueada por arcadas que descansan sobre columnas toscanas. Las naves laterales, conocidas como El Evangelio y La Epístola, albergan los altares menores.

La fachada principal tiene tres cuerpos, cada uno con pilastras que enmarcan los tres accesos. Los arcos que adornan las entradas son escarzanos, y en el tercer cuerpo destaca una pequeña ventana conopial situada en el frontón. La torre del campanario, ubicada en la cúspide, alberga tres campanas, un reloj y una cúpula de media naranja.
Bienes de valor
La Iglesia del Dulce Nombre de Jesús guarda un gran número de objetos de notable valor, incluyendo retablos e imágenes religiosas talladas en madera, delicadas joyas de plata, y dos impresionantes murales del maestro Tito Salas: El Nacimiento Azul y El Milagro del Cristo.
Retablos e imágenes
Los retablos de la iglesia han sido preservados casi intactos, un logro extraordinario, ya que pocos templos en Venezuela han tenido esta suerte. El Retablo Mayor, de estilo Rococó, fue intervenido por el tallista canario Domingo Gutiérrez hacia 1763. Esta obra monumental cuenta con diez columnas y está organizada en tres cuerpos. En el centro se encuentra un relieve de la Inmaculada Concepción, un nicho con la figura del Niño Jesús, patrón de Petare, y cuatro pinturas que representan a los evangelistas Lucas, Marcos, Juan y Mateo, realizadas por Alonso Aponte en 1764.

Los seis retablos menores, creados después de 1780, están distribuidos a ambos lados del templo y cada uno alberga una imagen en su nicho. En la nave de la Epístola se encuentran los retablos de La Victoria, Jesús en la Columna y Jesús en el Huerto, mientras que en la nave del Evangelio se encuentran los de La Candelaria, El Carmen y El Nazareno. Estos retablos, decorados con incrustaciones doradas y pinturas al óleo, fueron trabajados por ebanistas anónimos, probablemente de Caracas. Los retablos de La Candelaria y La Victoria presentan un estilo Rococó, mientras que los demás son ejemplos del Neoclásico.
Dentro de estos retablos se encuentran venerables imágenes como el Ecce Hommo, Nuestra Señora de Coromoto, la Virgen del Rosario, San Judas Tadeo, y la Santísima Trinidad. La mayoría de estas esculturas datan del siglo XVIII y están hechas solo en rostro y manos, con cuerpos de madera simplificados para facilitar su transporte en las procesiones. Entre las tallas de bulto se incluyen el Niño Jesús, el Cristo de la Salud, y el Ecce Hommo. Estas figuras se adornan con joyas preciosas, pelucas de cabello natural y vestimentas lujosas, custodiadas por las familias más notables del pueblo.
Platería
En el siglo XVIII, la orfebrería venezolana alcanzó su mayor esplendor, y uno de sus principales representantes fue Pedro Ignacio Ramos, quien en 1779 creó la banda del Niño Jesús en plata, adornada con perlas y esmeraldas. Más tarde, Pedro Fermín Arias, influenciado por el estilo neoclásico, elaboró una aureola en oro macizo para el santo niño, con 55 esmeraldas. Además, confeccionó el Trono Procesional del Niño Jesús, una obra de plata cincelada y repujada, adornada con una corona.
En 1873, Bernardino Caballero contribuyó con una custodia de plata repujada y dorada, sostenida por figuras de ángeles y decorada con esmeraldas.
Un autor anónimo creó los zapatos del santo patrono, elaborados en plata martillada y decorados con dobletes de color. Estos zapatos se mencionan por primera vez en los inventarios eclesiásticos de 1847. Además, entre las adquisiciones más recientes destacan las potencias de oro del Cristo de la Salud, datadas en 1947.
Pinturas murales
La iglesia alberga valiosas pinturas murales, ubicadas en las paredes de los altares, las puertas laterales y el borde superior de las paredes. Estas pinturas, conocidas como Cortinas de Damasco, eran comunes en las casas y edificios religiosos del siglo XVII. Destacan especialmente dos querubines pintados junto al retablo de La Candelaria, realizados con la técnica del fresco, un método poco común en Venezuela.
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